jueves, 29 de septiembre de 2011

Es posible

Es posible
que de tanto escribir con los bolsillos rotos
la voz se me hubiera derramado.

Es posible también que la olvidase
en algún despintado banco de plaza:
una voz, un diario, una mujer, un paraguas.

Como quien hace oler al perro
una prenda del extraviado,
me incliné hacia el corazón
y agité una secreta palabra en su oído.
En el oído del corazón.

"Ahora corré
y buscá
y traé
y devolveme la voz"
 - le dije.

Pero el corazón no se movió.

"No puedo devolverte
lo que ya no es nuestro
 - respondió -
sino de nuestros muertos."

miércoles, 21 de septiembre de 2011

A modo de homenaje, menciono aquí un poema de Seamus Heaney,  poeta irlandés nacido en 1939,  Premio Nobel de Literatura 1995. 

Cavar

Entre el índice y el pulgar
descansa la pluma gruesa, grata como un revólver.


Bajo mi ventana, el claro raspar

de la pala que se hunde en tierra arenisca:

mi padre, que cava. Observo desde arriba
el esfuerzo de su trasero entre las plantas;

se dobla y se yergue veinte años antes,

agachándose rítmicamente entre hileras de patatas
donde cavaba.


La bota gruesa descansaba en la pala, era palanca

el mango apoyado con firmeza en la rodilla.

Arrancaba brotes fuertes, hincaba la hoja brillante,

esparcía patatas nuevas que nosotros recogíamos,

gozando de su dureza fría en nuestras manos.

¡ Señor, cómo manejaba la pala el viejo!
Igual que su padre.


Mi abuelo cortaba más turba en un día

que nadie en turbera de Toner.

Una vez le llevé leche en una botella

con un torpe tapón de papel. Se enderezó

para beberla, y volvió enseguida a la tarea
de cortar y cercenar con primor, arrojando terrones

por encima del hombro, ahondando más y mejor

a la busca de la turba buena. Cavando.


Se despierta en mí el olor frío a mantillo,

el chapoteo de carbón empapado, los bruscos cortes
de la hoja que atraviesa raíces vivas.

Pero yo no tengo una pala con la que seguir

a hombres como ellos.


Entre el índice y el pulgar

descansa la gruesa pluma:
cavaré con ella.

Arrinconé a mi sombra


Arrinconé a mi sombra contra el muro
Y la violé.
Después le ordené que se marchara.

Más tarde miré hacia delante.
Mi sombra ya había desaparecido.
El delante ya no se distinguía.

Miré hacia atrás.

Las calles estaban atestadas de años
Años que chorreaban por el frente de los edificios
Años que corrían a la par del cordón de las veredas
Como el agua sucia
Como el agua servida
Años que manaban de las alcantarillas
Años que eran, simplemente, agua servida.
Años que subían y bajaban de los colectivos.
Años concretos
Palpables
Años transeúntes.

Me detuve frente a un paso a nivel.
El tren corría lento
Infestado de años cartoneros
Destinados al reciclado.

¿Esto era todo entonces?

lunes, 19 de septiembre de 2011

Filtraciones

He ocluido
Cada mínimo intersticio en las ventanas.
He remachado banderolas
Taponado puertas
Obturado cerraduras
Rejillas, ventilaciones.
He quedado herméticamente encerrado
Encarcelado por propia voluntad.

Y sin embargo
Por algún lado no previsto
Va escurriéndose la vida
Se va filtrando quizá
Por alguna rajadura en las paredes
O se termina evaporando
Como el agua
Cuando al olvido dejamos la pava sobre el fuego.
Cuando al olvido – o adrede - dejamos la vida sobre el fuego.

También es posible que se deslice
Como una carta
Por debajo de la puerta
Una carta hacia afuera
Una carta inversa cuya única dirección  
Es el remitente.
Así como desaparecen los sueños por el ojo de la cerradura
O trasudan ciertos dolores
A través de las ventanas.

Hacia afuera.

Nada nos es devuelto,
Todo huye quién sabe dónde.

Está bien que así sea.
Que volvamos al remitente,
Que volvamos a la Cosa que
De alguna manera
Se tomó el trabajo de escribirnos esa carta.
Que volvamos
Hasta quedar nuevamente desnudos.

Está  bien que así sea.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Un preso


Un preso.
Condenado a latidos perpetuos,
El corazón mío.

Setenta y dos años
Sin ver la luz del día
Ni la luz de la noche
Eternamente allí
En el túnel de la oscuridad más oscura
Meta sístole
Meta diástole en el interior de la caverna
No pregunta
No se mete en mi vida
No cierra por vacaciones
No coloca el cartelito me fui a almorzar
No llora.

Y mirá que lo he traicionado, eh.
Le he mentido
Lo he decepcionado
Lo he humillado.
Felonía tras felonía.
Y se obstina en seguir
Meta sístole, meta diástole
Una tras otra,
Pertinaz.
Se ciega por hacerme vivir
Mientras me va matando.

Peón que no exige aumentos
No hace paros ni piquetes
No escribe pancartas
Pidiendo justicia
U otras cosas extravagantes.

No se enamora
No se vuelve serio o alegre como el amo
No se arrepiente
No hace planes para el futuro
No espera la soldada para correr a comprar comida
Ni piensa en el sexo mientras hace su labor,
En silencio.
En el silencio más negro.

Pero es libre.
De buen corazón.
Si se lo pusieran a algún desconocido
Habría continuado latiendo,
Desinteresadamente.

Tiene dueño
Pero no lo tiene.
No le importa para quién trabaja
Y no está afiliado a partido alguno.

Late porque tiene que latir
Así como yo escribo porque tengo que escribir
Y el otro mata porque tiene que matar.

Ni siquiera sabe que lo envidio,
El pobre.