domingo, 14 de junio de 2015

No creas



No creas.
El silencio
También se hace escuchar
Tiene sus rumores nocturnos,
Cuando creemos que nada perturba nuestro sueño.

Si prestamos atención
Si nos levantamos a hurtadillas de la cama
En el mar de lo oscuro
Donde boya la noche,
Veremos cómo se afana y trabaja
El hormiguero de la envidia.
Podremos confirmar los rumores
que genera el deseo,
la codicia.

El verde murmullo de las plantas creciendo
Y creen, quizá, pasar desapercibidas.
La tenue resonancia de un jazmín que se abre
En lo blanco puro
De la noche
En el apagado balcón.

Y los odios.
Los odios que circulan bajo nuestros pies
Nuestras cabezas
Como subterráneos atestados de odiados
Y odiantes profesionales
Ansiosos para llegar al aborrecimiento
Al rencor más próximo
En la siguiente parada.

El torpe sonido de bajo volumen
Que forjan las ansias de amar,
De los gritos de poseer
De ser amado.

Desde algún lado proviene el ronroneo
De la carcoma de las desilusiones
De otro, el desliz de lágrimas por miles de mejillas.

Mientras que desde el derredor,
Desde todo lo que nos circunda
en esta confusa ciudad de clamores y susurros
nos arremolina el retumbar de los pasos de la Muerte.
Esa Muerte a quien no le importa
El quieto estrépito de su taconeo
Sobre pisos recién lustrados
O sobre el fermentado barro
Que Ella misma produce.

Quizá la vida se componga sólo
de esta infausta,
sombría orquesta primaveral.

Quizá vivamos con este silencioso
Y escandaloso Mozart
Día y noche.
Noche y día.

Toda nuestra vida.